Desde el escritorio de Usher | Ahora duerme, pero dentro de poco ella despertará y verás lo hermosa que es (Crónicas del 760 de Adolfo López Mateos)

-Ahora duerme, pero dentro de poco ella despertará y verás lo hermosa que es- decía él mientras tomaba de los hombros a la señorita, quien comenzó a temblar de miedo…  

 

Ernesto llevó a su nueva "amante" por las escaleras de los apartamentos en el 760 de Adolfo López Mateos, ella era de pelo negro y largo, como a él le gustan, cuello delicado y rasgos finos casi como los de su esposa, a quien él amaba demasiado, como a nadie en el mundo.

-Aquí es, el apartamento 364- Ernesto abrió la puerta y le ofreció la entrada a la dulce chica quien sin más decidió entrar al recinto, para después de que él cerrara la puerta rodearle con sus brazos el cuello y darle un beso apasionado, aunque él no dejaba de mirar en dirección a una de las habitaciones, parecía como si mentalmente se comunicara con alguien en ese recinto.

 

Él entonces besó el fino cuello que poseía tan dulce chica, para luego comenzar a desnudarle el pecho y dejar al descubierto sus delicados senos de piel de durazno apretados por un brassiere negro, el gentil caballero entonces la depositó delicadamente en un sillón de la sala, subió su vestido y le quitó su ropa interior para practicarle sexo oral hasta que la dulce chica relajó su cuerpo con un orgasmo prolongado.

 

Después, Ernesto fue a la cocina y de una alacena sacó una botella de vino, luego tomó de un trastero dos copas para vino y llevó la fina bebida a su acompañante.

 

-Es un vino de Alsacia, es de mis favoritos y también lo es de mi esposa- dijo él mientras servía dos copas, -gracias, pero me gustaría pasar a la segunda parte- dijo ella mientras bajaba un tirante de su brassiere, él sonrió, -se paciente mi bella dama, para todo hay su tiempo, pronto pasaremos a “la segunda parte”, anda beba y disfrute la copa de vino que le he ofrecido-.

 

Bebieron pues su copa de vino, ella impaciente porque el fino caballero, que había encontrado en el bar que frecuentaba le hiciera suya, aunque él estaba impaciente porque dieran las 03:00. Luego de que él terminara su copa de vino miró el reloj en la pared, 02:50.

 

-Está bien mi bella dama, permítame darle a usted la “segunda parte”- dijo Ernesto al tiempo que extendía su, mano para que la bella dama depositara la suya sobre esta y entonces la condujo hacia la habitación en la que se había fijado con anterioridad, entraron y en el cuarto no había nada más que la estatua de una dulce señorita, la cual era de tamaño real, la figura representaba a la chica que en una banca parecía esperar algo o... a alguien, vestía un largo vestido, del cual escapaban parte de la bellamente delineada pierna de la modelo, además de su pie izquierdo, el cabello largo y ondulado de la chica cubría uno de sus ojos, mientras que el otro se postraba en los de la amante que Ernesto traía a su presencia. 

 

-Es muy bonita la chica que está representada en esta estatua- decía ella al tiempo que se acercaba al monumento, el cual tenía frente sí varias velas negras y una mesa en la que se encontraba una daga de plata, para verlo más de cerca. 

 

-Es mi esposa- dijo él mientras recorría la habitación haciendo que al paso de su mano se encendieran todas las velas que había alrededor de la escultura, esto mientras la chica seguía admirando la estatua.

 

-Sabes, ahora duerme, pero dentro de poco ella despertará y verás lo hermosa que es- decía Ernesto mientras tomaba de los hombros a la señorita quien comenzó a temblar de miedo ya que la estatua en verdad empezaba a cobrar vida y se ponía de pié dejándose ver con su largo vestido negro, del mismo color de su cabellera que caía por su cara cubriendo uno de sus ojo y dejando al descubierto el otro, el cual era de color café. 

 

Ernesto tomó a la chica por la cabeza, dejando descubierto el cuello de la inocente víctima, mientras su esposa se acercaba cada vez más a ella armada con la daga del altar y con esta le cortó la garganta a la pobre chica, Ernesto soltó a su víctima y la pobre cayó al suelo asustada intentando con su mano frenar la sangre que salía de su cuello.

 

Mientras tanto Ernesto tomó a su amada esposa por la cintura y la besó apasionadamente, como siempre lo hacía al traerle su alimento; luego del beso, los dos, marido y mujer, disfrutaron de su cena. 

 

06:00 horas, Ernesto en el comedor disfrutaba una copa más del vino alsaciano mientras su esposa regresaba a su posición original en su tumba de mármol para esperar a que de nuevo sean las 03:00 y pueda de nuevo despertar y cenar al lado de su esposo.

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