“El mediador entre la cabeza y la mano debe ser el corazón”

La función de Méliès

Frizt Lang en 1927 lanzó una película que ha llegado a nuestros tiempos gracias a restauraciones, hechas tomando como base una copia que se encontró del filme en Argentina o al menos así lo señala la introducción a una de sus restauraciones.

En ella Lang (quien fue uno de los exponentes del expresionismo alemán, esa corriente derivada del desencanto en la sociedad luego de los terribles hechos de la Gran Guerra y que mostraban temáticas y arte deprimente) cuenta esta historia que da dos lecciones, tiene que haber una verdadera humanización en el sistema social y los radicalismos no son la solución al problema, ya que pueden jugar en contra de los más necesitados.

El film narra como Joh Fredersen, hijo de Freder Fredersen y Hel (creador y director de Metropolis, una urbe futurista) descubre las condiciones en que viven los hijos de los trabajadores que mantienen vivo el “sueño” de su padre, además de que presencia las condiciones laborales de aquellos que mueven los hilos para que gente como su padre y la clase alta vivan agusto.

Decide entonces conocer mejor las situaciones que padecen los obreros en su día a día y cambia puestos –al estilo “El príncipe y el mendigo” de Twain- con un obrero al que se le ha sustituido su nombre por un número –lo bueno es que eso ya no pasa en la actualidad, menos mal- y es así como se entera de cómo son explotados los obreros para mantener funcional la ciudad, asimismo de una reunión en las catacumbas de la urbe a la que acuden todos los trabajadores para escuchar el mensaje de María, quien los llama a la paz y al entendimiento, prometiéndoles la llegada de un mediador que les ayudará a salir de su miseria.

Aunque a la “fiesta” llegan dos colados: el padre del muchacho y C. A. Rotwang, un científico –loco-, rival de amores del buen Freder, quien al enterarse del asunto, le pide al inventor que use a Machine-man –Maschinenmensch para los cuates que hablan el alemán, aunque ese sería su nombre original… Digo-  para sustituir a María y generar discordia entre los obreros.

Y aunque Rotwang hace lo que se le pide, le añade una directiva más a su creación, que es destruir Metropolis en el proceso. Es así como el androide con la apariencia de María se empieza a presentar en un club nocturno llamando la atención de los ricachones, quienes se mueren por ella –literalmente-; provocando un caos en las esferas altas y radicalizando las ideas de la clase baja.

Siendo así como Lang hace una crítica al sistema, que convierte a hombres en máquinas –no se preocupe lector eso sólo era antes…-, a los excesos de las clases sociales altas y también al radicalismo en las ideas por muy “positivas” que parezcan.

Corte y queda.

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